Hasta siempre
Aquí me hallo ante esta carta que pronto seréis capaces de leer. En este post dejo las razones por las que pondré fin a la aventura que supone la vida.
Y es que el lazo que con mucho ímpetu Celestina logró tejer entre mi gran amor Calisto y yo, se ha quebrantado en mil pedazos. Pienso en ti, Calisto; pienso en cada escalón; pienso en el fin de mi profundo amor.
Sé que con esto os causaré daño tanto a madre como a ti padre, pero no penséis mal de mi, es mi decisión y la voy a llevar a cabo. Yo no he sido la peor hija que ha podido tener unos padres. Peor lo hicieron antes de mí en tiempos cercanos: hijos que matan padres; hijos que matan hermanos; hijos desmerecedores de aquel amor puro que entregan los padres a sus hijos.
No puedo combatir el profundo hastío que asola mi corazón. Es como la vela que se consume ante la llama; es como el barco que choca contra el iceberg; es como el carro que partió y jamás regresó. Y es que desde la partida de mi gran amor siento dentro de mí un devastador huracán de tristeza y soledad. Pongo fin a este viaje terrenal para poder reencontrarme con mi amor más allá de esta vida. Dos almas entrelazadas por el destino, entrelazadas para ahora y hasta la eternidad.
Que suenen las campanas cuando mi cuerpo diga adiós; que vuelvan a sonar cuando mi alma llegue con mi amor. No lloréis por el triste recipiente carnal que se queda en tierra del Señor. Solo ruego que este recipiente pueda descansar junto al recipiente de mi amado Calisto; solo ruego que el Padre nos despida a los dos a la vez; solo ruego que el Señor nos acoja entre sus brazos y perdone nuestros pecados.
Por todo ello, padre, espero que sepas como contarle esto a madre y no tengáis en cuenta la manera en la que me voy.
Cuida de madre y cuídate, padre.
Melibea.
Comentarios
Publicar un comentario